viernes, 26 de febrero de 2010

LPDLE (capitulo final II)

-Paola creo que voy a vomitar.
Salgo corriendo hacia el fondo del apartamento, todo da vueltas. Ubico el baño; una reluciente letrina espera mis bocados de comida semidigerida y cerveza. El plasma sale disparado con fuerza a estrellarse con la blancura de la taza.
Me siento aliviado, he recuperado el alma y espacio en mi estomago. Paola me azuza con su mirada desde la sala. Trata de ver mi esencia entre mis actos y lo que reflejo; entre mi vomito y la palidez de mi rostro.
-ven mi pequeño boyscout.
Obedezco sin premisas. Me siento a su lado de nuevo. Ella destapa una cerveza y me la pasa.
-¿no crees que ya he tenido suficiente, señora jueza?
-tendrás suficiente cuando el sol vomite habichuelas con arroz.
La cerveza me habla. Parece disfrutar mi estado de insuficiencia e inconsciencia. La maldita cerveza se congela en mis manos, desafía mi equilibrio, es cómplice de la señora jueza. La cerveza baila y se estremece. Es la número 18 de una seguidilla de 25 cervezas que debo tomar para demostrar que es mas grande mi lucidez que el alcohol fermentado.
Un largo sorbo se escurre por mi garganta. El sabor es familiar, el mareo es familiar, la mujer con aires de grandeza frente a mí empieza a hacerse borrosa, pero aun así la reconozco. Es la titiritera de un andrajoso bufón con 7 cervezas por delante. La fabrica de frases perfectas y desafíos estúpidos que solo ese mismo bufón aceptaría.
- ¿sabes Daniel? Seriamos más felices de lombrices. Un viscoso y ciego animal sin deseos de sobresalir ni aspavientos de dignidad y superioridad frente a los demás.
-Deberíamos tomar más cerveza, practicar más sexo y comer más hongos. ¡Ah! Y no aceptar retos de nadie. Eso deberíamos hacer.
La señora desafío expugna mis deseos desde su quietud. Quiero caer al piso y desvanecerme entre átomos de levadura, entre el sopor del alcohol, envuelto por palabras de aquella que me mira. Vacio la lata burlona que después se arruga en mis manos.
Ella solo se limita a tomar otra cerveza y pasármela sin decir ni mu. La tomo, ella baila, se burla y congela mi mano. Trato de abrirla pero opone resistencia. Paola se vuelve un punto lejano, inalcanzable, perfecto. Me invade la negrura y caigo al piso con el orgullo hecho pedazos y 7 cervezas intactas. La señora jueza ha triunfado.

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