miércoles, 11 de noviembre de 2009

Libre corazón

Subía por la calle de siempre mientras el sol no reparaba en mostrarme quien mandaba en el cielo. Estaba a pocas cuadras de su casa y el corazón quería salirse de su sitio y huir. No entendía como volvía a buscarla cuando había partido mi orgullo en dos y pisoteado mi autoestima. Ella es el corazón que no tengo y eso me da escalofríos. Ella late por mi; me tiene atado y el nudo es muy difícil de romper; el nudo son sus momentos de los que no me puedo separar ni correr.
Llegué, toqué tres veces y esperé que nadie abriera. Me visualice como el niño en su primera cita y temí caer en las garras de amor. Pensé en tantos corazones rotos y en las vidas que se pierden porque alguien no supo querer; tal vez para querer no hay reglas y por eso nos sentimos tan mal cuando las reglas que inventamos para amar alguien las rompe.
La perilla giro y las bisagras hicieron su trabajo; me saludo de beso en la boca y me invito a pasar; de nuevo. Otra vez en la misma casa, solo ella y mí compungida personalidad. Quise matarla por no tener el 100% de su corazón y jugar a quererme. Me sirvió vino en una copa algo mugrienta. Mientras tomaba largos sorbos; ella, la mujer libre y de hábitos extraterrestres se asomaba por la ventana dándome la espalda. En ese momento comprendí su forma de querer y la cantidad de caricias que guardaba en algún baúl de su mente. Me alegré por ser uno de los insectos que tenían acceso a su néctar. Me levanté y abrazándola la besé hasta perderme en su cuerpo infinito rebosante de amor. Un amor tan simple y ambiguo que ya empezaba a contagiarme