sábado, 15 de agosto de 2009

Cartas del Bosque III

Hada
No sé por dónde comenzar; han pasado muchas horas desde la última vez que quise escribirte algo, han pasado muchas cosas y con ellas la luna que aun no me ha dejado de hablar a pesar de los antidepresivos que ahora hacen parte de mi comida diaria, mi salud no ha sido la mejor estos días; algo está funcionando mal dentro de mi lánguido cuerpo y me temo que no ha terminado aun.
Además de la salud me faltan muchas cosas para parecer feliz, una semana de vacaciones, una casa, unos nuevos ojos y aunque a veces me cueste aceptarlo tus átomos también hacen parte de la lista de mis ausencias. Esto que tal vez leas tiene el propósito de mantener atado el nudo que nos unía, mientras repases lo que te escribo nada habrá acabado aun(por lo menos eso pienso).
A veces quisiera ser más valiente de lo que mis piernas me indican, cruzar la ciudad y encontrar tu calle llena de razón para inundarla de mi locura inofensiva. Esta ciudad es tan pequeña que vivo a menos de un kilometro de tus limites, este pueblo que se creció y quiere llenar sus calles de prisas y centros comerciales me habla de ti cuando es mi cuerpo el que pasa cerca al palacio de gobierno, el de la infamia y la corrupción, quisiera atravesar otra calle mas y preguntar en la puerta de tu trabajo por ti, por tu nombre que todavía me dice tanto como la primera vez que logre conversar con tu inteligencia. Pero sabes que soy cobarde, un cierto temor invade mis nervios y me consume la estática. No es temor al “celador” de tus emociones, no al dueño de tu tiempo, a ese no. Le temo a ver tu rostro de nuevo, volver a descubrir en el los ojos que me comprenden y la boca que me habla de cosas tan normales como tu familia, como el mundo en el que dormimos a diario, te temo, a encontrarte, a volver a ser parte de tu tiempo, a dañar lo que has construido, a sumarle un fracaso mas a mi lista de derrotas, a dañar tu vida normal con mi desorden. Espero que no te hayas olvidado de aquel que te hacia reír, del cara triste, del cara nada, espero que me respondas, solo quiero saber cómo andan tus días, que color tienen las noches y a qué velocidad corre tu reloj los domingos, el helado que te debo aun espera, no se ha derretido, lo conserva mis deseos y la ilusa esperanza que esto aun pueda llamarse amistad; espera por ti y tu presencia que todavía extraño.

martes, 4 de agosto de 2009

Indigencia

Cuando la buseta pasa por la calle sexta, todas las miradas se dirigen hacia al canal de aguas negras que pasa por allí, ojos curiosos tratando de encontrar eso que no pueden entender, la conducta de aquellos que han rechazado la sociedad y en las manos del vicio olvidadizo han tratado de inventarse su realidad, algo ficticia algo mentirosa para aquellos que miran desde la buseta en plena marcha.
Hablo de los indigentes que habitan el canal, ese de malos olores, el cómplice de todas las drogas, de noches frías y días soleados, los indigentes que tuvieron una vida como nosotros, con un pasado lleno de trabajos decentes y obligaciones sociales, con familias que tal vez ya se olvidaron del que se pudre entre cloacas y humos de marihuana.Los que viajan pagando el derecho a ser transportados miran con desprecio a quienes se han liberado de las preocupaciones de este mundo absurdo, por encima del hombro alzan sus miradas acusadoras de rechazo, allá abajo vigilados por el sol que hace de testigo presencial, nuestra “escoria” sigue inventándose un mundo de alucinaciones maravillosas donde la triste realidad no existe, donde el hambre y el dolor solo son palabras desconocidas, alucinaciones de súper, de bazuco, de “perico“ de “yerba” que parecen no acabar.
El orden social no ha variado; sigue siendo el mismo, millonarios, ricos, pobres e indigentes. Los pobres, queriendo ser mejores de lo que son miran a aquellos seres de la calle con indiferencia y cierta curiosidad sin saber que solo un eslabón los separa, solo un grado para diferenciar a aquellos que siendo miserables no lo saben de aquellos que siendo indigentes han abandonado toda lucha infructuosa en pro de ser alguien en un mundo de nadie.