lunes, 25 de mayo de 2009

Mi ciudad

Mi ciudad, bueno donde ahora me muevo, es una prostituta que dice si a quien desee pisarla, adornada con gitanos de todos los rincones más podridos, con gente que quiere hacerla envejecer, saturarla y secarla, usarla.
Mi ciudad, porque no estaría bien llamarla de otro modo nunca duerme pero es en la noche cuando realmente disfruta de los cabellos que adornan las camas de sus moteles, de las palabras obscenas que se multiplican en cada esquina, al pasar unas piernas sostenidas por una mujer de practicidad sexual envidiable, cuando el alcohol invade sus calles y algo de sangre las aceras, disfruta sentirse viva cuando las drogas camufladas en tarros de leche se elevan entre venas y arterias, entre átomos de humo, entre pulmones y narices.
Esta ciudad que no tiene dueño, de sudores y olores no tan buenos, de pitos y furia animal, respira humanidad en sus calles, humanidad podrida por el brillante acero que corroe la mente de quienes la habitan, de las prisas de los días, del silencio cómplice de la noche; yo la saludo a diario y ella muy orgullosa de sí misma me guiña el ojo y promete regalarme felicidad.