lunes, 23 de noviembre de 2009

El vacio sin forma

Me mira con deseos de golpearme.
-que quieres estúpido.
-quiero que no me dejes.
-tú no sabes amar comemierda.
-quiero que me enseñes, no me dejes solo.
Aspira a fondo el cigarro que descansa en su mano derecha. Mira al cielo tratando de descifrar la telaraña que cuelga desafiando la gravedad.
Empieza a caminar por la habitación, esquivando libros, CD’s y las sillas patas arriba. La veo perderse en las nubes que se asoman por la ventana. Es una imagen que guardaré cuando haya sacado sus cosas de mi apartamento; una imagen que como todas las cosas el tiempo terminara por diluir.
-¿sabes algo Daniel? El mundo no gira como quisiéramos- dice mientras me observa con ojos de jueza infernal. –algún día entenderás lo que significa ser libre-.
-¿ser libre? Maldita sea como me hablas de libertad cuando lo entregas todo por una vida “estable”- me enojo y me desahogo haciendo estallar un florero contra la pared.
-eres inmaduro, necesito a alguien que piense en algo más que sexo y drogas.
-si me dejas moriré. Si se trata de conseguir trabajo lo haré; pero no me dejes naufragando.
El silencio invade la habitación. Solo la gota constante que cae del lavaplatos perturba el ambiente. Arroja la colilla por la ventana, tomas sus maletas y se dirige a la puerta.
No le estorbo el camino y la dejo pasar sin detenerla. Antes de salir por la puerta y de mi vida se gira para despedirse.
-el puto mundo es algo que entenderás cuando mires mas allá de las nubes.
Toma sus maletas de nuevo y su figura desaparece. En mí todo se vuelve gris. Me acerco a la ventana y miro las nubes, sin forma, sin rumbo. Trato de ver más allá pero su ausencia es más fuerte.
El dolor se antepone a los demás sentimientos decía algún escritor. Malditos los escritores, maldita mi soledad.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Libre corazón

Subía por la calle de siempre mientras el sol no reparaba en mostrarme quien mandaba en el cielo. Estaba a pocas cuadras de su casa y el corazón quería salirse de su sitio y huir. No entendía como volvía a buscarla cuando había partido mi orgullo en dos y pisoteado mi autoestima. Ella es el corazón que no tengo y eso me da escalofríos. Ella late por mi; me tiene atado y el nudo es muy difícil de romper; el nudo son sus momentos de los que no me puedo separar ni correr.
Llegué, toqué tres veces y esperé que nadie abriera. Me visualice como el niño en su primera cita y temí caer en las garras de amor. Pensé en tantos corazones rotos y en las vidas que se pierden porque alguien no supo querer; tal vez para querer no hay reglas y por eso nos sentimos tan mal cuando las reglas que inventamos para amar alguien las rompe.
La perilla giro y las bisagras hicieron su trabajo; me saludo de beso en la boca y me invito a pasar; de nuevo. Otra vez en la misma casa, solo ella y mí compungida personalidad. Quise matarla por no tener el 100% de su corazón y jugar a quererme. Me sirvió vino en una copa algo mugrienta. Mientras tomaba largos sorbos; ella, la mujer libre y de hábitos extraterrestres se asomaba por la ventana dándome la espalda. En ese momento comprendí su forma de querer y la cantidad de caricias que guardaba en algún baúl de su mente. Me alegré por ser uno de los insectos que tenían acceso a su néctar. Me levanté y abrazándola la besé hasta perderme en su cuerpo infinito rebosante de amor. Un amor tan simple y ambiguo que ya empezaba a contagiarme