lunes, 1 de febrero de 2010

sin remordimientos

La ciudad calla y los perros ladran, los autos pasan y el humo se pierde entre el espacio vacio.
La ciudad calla y un pesado martillo golpea mi cabeza, el mareo me rodea dándole paso al corazón sin compas.
Estoy solo entre silencios que gritan, nada vuelve a ser igual desde que la luna empieza a reinar en el cielo. Solo me siento y leo Bukovski mientras trato de olvidar que soy el intermitente silencio de los perros que ladran.