martes, 2 de febrero de 2010

Capitulo final I

De nuevo en la calle. La dueña del hotel ha recortado personal y en ese inescrupuloso despido he caído sin contemplaciones.
A decir verdad y para tratar de mentirme un poco me estaba cansando el trabajo nocturno: no dormía bien y me perdía las reuniones en torno a la cerveza en el Birmingham. Además el pago no era el mejor y las lindas piernas de mi jefa no suponen tanto sacrificio.

Nada parece convencerme en los sagrados trabajos de esta sociedad. Si eres un tipo que sirve a los demás mostrando cara de idiota todos los días terminas por odiar a la gente. Si vendes cualquier cosa debes entender que la mentira es tu máxima aliada y el engaño deberá dejar de ser un defecto para convertirse en tu arma mas efectiva.

Ha pasado mucho tiempo desde que deje la casa de mis padres. La situación ha sido difícil, pero también me ha dejado buenos resultados. Mientras Paola giro a mi lado la vida del millonario que ansiaba ser podía irse al carajo. No anhelaba más que su rostro amaneciendo a mi lado cada mañana. Nada podía alentarme más que sus huevos revueltos al desayuno y el café amargo al que siempre le faltaba azúcar. Ahora todo eso se esfumó y nuevamente estoy como al comienzo, solo que con mas derrotas en mis hombros y mas errores en la caja registradora.

Mis amigos siempre han sido eventuales y pasajeros. Lo ultimo que supe de Anderson fue que decidió cambiar Mantta por Vinland, una ciudad inhóspita y desolada pero con mas oportunidad de vestir corbata y saco que acá.
Miguel sigue intentando ser el próximo Jean Paul Marat para cambiar una sociedad que no tiene retroceso. Y Paola…
Ella es un sol que no se apaga, tal vez intentará ser feliz, lejos de su perspectiva perfeccionista de la vida. Ella seguramente cantará mientras trato de adivinar el porque de su ausencia repentina; ella recordará nuestras noches mientras un abogado retuerce sus vísceras, y temo que lo disfrutará.

Intento no pensar y dejo que los segundos maquillen burdamente la realidad. Camino por la avenida Helsinki, nada de horizonte, nada de esperanza. Soy un gusano que repta y no se cansa, una víbora por todos perseguida, el resultado de un vomito irregular que expulso un ogro después de una dura resaca.
Callar. Solo caminar. Las cosas pasan y mi presencia se pierde entre matorrales para evitar la vergüenza de un presente sin logros.