viernes, 24 de julio de 2009

Cartas del bosque II

Mientras escribo un frío recorre mi cuerpo y trato de ser fuerte a una enfermedad desconocida que perfectamente puede ser solo cansancio o algo más grave de lo que no tengo ni idea, aun permanezco delgado al paso del tiempo y eso se está convirtiendo en un karma que a veces me atormenta, no es fácil tener que lidiar con pendejos que ven en ti a un niño mientras el adulto que quiero mostrar se oculta entre estos rasgos delicados, casi delirantes.
Mi vida no ha dado saltos importantes, todo transcurre con la misma calma de siempre, a veces eso lamento, quisiera que un terremoto revolcara mi mundo interior y despertar en otro suelo, con otro paisaje, en otra ciudad que no conozca, una en la que me pierda y no me importe encontrarme, aun sueño con bogota y su ajetreo, sus ladrones y su radical clima.
El fin de semana visite un pequeño pueblo cerca de esta ciudad, es agradable y su clima invita a volver, lo triste es que su cercanía a Cúcuta lo hace vulnerable a modas y estilos propios de la falsa ciudad olvidando la esencia que hace a un pueblo el sitio para olvidarse que existe babilonia con toda su porquería. Solo nos quedamos dos días y una noche, yo me limite a tirarme en la hierba a practicar el santo oficio de la pereza, quería descansar de la rutina que me desgasta, de los horarios que sabes no me van bien.

Ojala respondieras esto, solo quiero saber lo que no me atrevo a imaginar, quisiera que me contaras de aquello que aun guardas para ti, los secretos que te comes entre tus ojos y tus palabras de siempre, aun sigo siendo tu amigo o eso es lo que me dice la memoria, por creerme tu amigo intento impedir que se borre tu recuerdo y que yo desaparezca de tu cabeza, extraño tus palabras que se acomodaban de la forma justa para que mi monstruo interior no cruzara la barrera de la realidad.