jueves, 9 de julio de 2009

De dias sin tormenta

Estoy viviendo buenos momentos, ya casi no escribo y eso está bien si quiero vivir mejor, el escribir siempre fue una especie de exorcismo para mis males, ya no lo hago tan frecuente como en meses anteriores, y no estoy diciendo que no volveré a hacerlo, pues creo que las letras siempre me acompañaran, solo que ahora no lo hacen todos los días.
Puedo contar que eso que llaman corazón está bien, hace poco tuvo que renunciar a algo que quería mucho, que le hace falta pero que se hace el duro para no tener que volver atrás, ademas yo le tengo prohibido recordar los buenos momentos con ese otro corazón de ojos marrones y palabras dulces para que no se lastime con sonrisas y abrazos que guarda el pasado en algún lugar de mi memoria.
Ya no me duelen las lluvias ni las noches de silencio absoluto, los maullidos de los gatos ya no me dicen nada ni me interesa una trasnochada película rusa de cine independiente, la música entra por mis oídos y me entretiene, es la misma de ayer, las mismas letras, las mismas preguntas, los mismos dolores entre cada nota que despide el cantante, pero yo, ya no siento como mios esos quejidos, ya no me dice nada la palabra soledad . No estoy diciendo que ya no existe la melancolía y algo de depresión en mis ojos, pues temo que ella nunca se ira, siempre permanecerá entre lo que escribo y lo que hago, ahora soy yo quien controla sus horarios de salida para que no estorbe entre mis sonrisas y los ojos de los que me miran, la cuido mucho para que no sea imprudente en horas de felicidad. Ella ya no me daña aunque todavía coquetea de noche y en momentos de precisión instantánea en los que me intento evadir de los demás.
Poco a poco se fueron los sueños de libertad y desarraigo, de viajes imposibles a través del mundo, no sé qué ladrón se llevo los coloridos disfraces de mis libertades y me regalo el smoking de persona cuerda, no sé quien se llevo mis locuras, mis complejidades y me dio un sentido común que ya no me estorba tanto. Quiero decirles a los que me conocen, los que se han tropezado con mi debilidad que no he dejado de ser el mismo; aun soy aquel que piensa en el porqué del viento y su invisible cuerpo mientras se sienta a mirar un atardecer, aun soy ese que se distrae con facilidad y no cree lo que le predican, solo que ahora tengo otros ojos que saben distinguir cuando el sol me quiere quemar y cuando solamente quiere abrigar mi sangre y hacerla subir hasta mi reparado cerebro.